El texto y los archivos que lo acompañan me los remitio un buen cofrade, que a su vez los habia recibido de otro buen cofrade.
Acaba de estrenarse la mítica Exposición Iberoamericana que configuraría la ciudad tal y como la conocemos. El Rey Alfonso XIII ha venido de Madrid para presenciar el desfile de las Cofradías y –en agradecimiento a Sevilla- ha ordenado el traslado del famoso Regimiento de Caballería de Húsares de la Princesa y su banda de clarines y timbales, probablemente el más elegante uniforme del ejército español de esa época. Montan a la inglesa, altísimo morrión negro con alto penacho que lo corona, capa, esclavina, guerrera con cordonería, botas altas y brillantes... muchos adornos y vivos colores. La flor y nata de la caballería militar española... chulería de los militares ante una ciudad de provincias que se pasma y asombra ante la vistosidad de su gallardo uniforme.
Es Jueves Santo y la Campana se encuentra llena hasta reventar, pues aun no existe el Consejo de Cofradías y las Hermandades si bien se encuentran más o menos organizadas para acceder a la carrera oficial, el horario no se lleva a rajatabla y además estamos en unos años en los que las Cofradías -sumamente celosas de su historia y antigüedad- todavía pueden liarse a palos entre ellas por salvaguardar su prioridad de paso frente a otras.
Desemboca por la calle Tetuán y accede al recinto de la plaza llenando el aire con su trompetería el Regimiento de Caballería de Husares de la Princesa que acompaña a la Cofradía de S.M. el Rey: Las Cigarreras y su Virgen de la Victoria (nuestra inglesa reina Victoria Eugenia de Battemberg se llama igual que Ella). El público estalla en aplausos y vítores a aquellos soldados del Rey vestidos de gran gala.
Por la plaza del Duque, desembocando por la calle Trajano y acompañando a la Hermandad de Monte-Sión, a la misma hora accede a La Campana abriendo su Cruz de Guía nuestra más querida y preciada Banda de Cornetas: acude el escuadrón de caballería del Tercero Ligero de Artillería del acuartelamiento de San Bernardo de Sevilla... ¡óle! A su frente y mando el mito, la leyenda, el Brigada Rafael Macía Borras, breve bigotillo militar, en sus ojos el orgullo de los artilleros Daoiz y Velarde, con su blanco Ros y su alto morrión de plumas, el escudo campando en su frente, sobre los rojos cuellos de su guerrera azul destacan brillantes las dos bombas encendidas de los artilleros que también figuran bordadas sobre las mantas de su caballería, su botonadura dorada refulge en las horas de la tarde. Viene como siempre, con su caballo suelto de riendas pues los artilleros –para mantener libres las manos- cabalgan con los talones y las rodillas y las bestias están acostumbradas a ese mando.
Ante el espectáculo que los Husares de la Princesa están dando en la Campana, el Brigada Rafael coloca su escuadrón ante la embocadura de la plaza, frente a los Húsares y, como siempre, despaciosamente, se levanta sobre su estribo, y ya de pié sobre la montura lleva su pequeñísimo cornetín francés a los labios. Colgados de su tubo, el paño azul bordado en oro con sendos cañones cruzados bajo la corona real. Gira la cabeza hacia el perfil para que su escuadrón, atento a lo que manda, le vea bien y llegue clara y terminante la orden soplada.
Entonces se rompe el cristal del aire, los Húsares enmudecen, La Campana se calla, suena la retreta artillera, quinto punto de marcha, y sin solución de continuidad diana floreada, campanilleros, retreta y polka... nadie se explica como aquel hombre menudo logra sacar esa música de un clarín tan pequeño, a fuerza pura de pulmón el Brigada Rafael tortura el aire en la cámara de su corneta, y lo devuelve convertido en filigrana de orfebrería.
El jefe de los Húsares –ante aquella insuperable demostración- se cuadra y rinde honores a los artilleros sevillanos.
Entonces se rompe el cristal del aire, los Húsares enmudecen, La Campana se calla, suena la retreta artillera, quinto punto de marcha, y sin solución de continuidad diana floreada, campanilleros, retreta y polka... nadie se explica como aquel hombre menudo logra sacar esa música de un clarín tan pequeño, a fuerza pura de pulmón el Brigada Rafael tortura el aire en la cámara de su corneta, y lo devuelve convertido en filigrana de orfebrería.
El jefe de los Húsares –ante aquella insuperable demostración- se cuadra y rinde honores a los artilleros sevillanos.
Enterado el Rey de lo sucedido mientras aguardaba en los Palcos, ordena hacer un cornetín en plata de ley con embocadura de oro. Aún se contempla en las vitrinas de la Capitanía.
El Brigada Rafael falleció, con el pecho roto, en la primavera de 1.934.
El Brigada Rafael falleció, con el pecho roto, en la primavera de 1.934.
2 comentarios:
Maravillosa historia la de estos Artilleros y su pique con los Husares del Rey.
De pequeño conocí personas que me hablaron de esa caballería.
Portentoso el documento sonoro.
Felicidades
Gracias
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