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martes, 6 de octubre de 2009

Buen trabajo



Cartel del 450 aniversario de la hermandad de Montesion, pintado por mi buen amigo Jose Maria Mendez.

actualizacion 07/10/2009 texto de la presentacion del cartel por su autor

Muchas ideas fugaces pasan por la mente cuando te piden que representes algo especialmente transcendente y das mil vueltas para satisfacer tanto al propio espíritu como los deseos de la otra parte. De todas esas nacientes ideas algunas tienen posibilidad de ser meditadas y sólo una de ser desarrollada con intensidad.

Intentos de deslumbrarme con luces ajenas hubo, pero no pudieron distraerme de una primera luz que impidió que cualquier otra se manifestara. Una directa pero a la que había que dar forma. Todos conocemos el famoso ejemplo de Miguel Ángel, quien a la pregunta del papa Julio II sobre cuando terminaría la Capilla Sixtina, respondía: “Cuando acabe”. O de cómo Leonardo se pasó meses ante su “Última Cena”, sin pintar, pensando, con la consiguiente inquietud, por una parte de los frailes porque acababa con la despensa, y por otra de los mecenas, que tampoco deben dejar de presionar. Y ello debido a que la realización material suele ser más ágil que la concreción de la idea.

En este caso, resumir 450 años de historia fue rápido: remontarme a los orígenes, pero no a los de la creación de la Hermandad, sino a los motivos de su fundación: la Fe, la devoción a la Stma. Virgen y la contemplación de Cristo meditando en el Misterio de la Oración en el Huerto.

¿En qué circunstancia confluye todo esto? En el bello momento imaginado que intento representar en mi obra: Tras la muerte del Señor, y antes de aparecerse resucitado a su Madre (porque creo que la tranquilizaría antes de ver a Mª Magdalena), un ángel presenta a la Virgen la Cruz Redentora y el Cáliz, símbolo anticipado e inequívoco de la primera Misa que tuvo lugar en el Cenáculo. Ya no hay tan solo meditación, ya hay adoración. No hay lugar para la tristeza, sólo para la Esperanza. De esta forma el ángel nos confirma la compañía maternal, espiritual y amorosa de María a su Hijo en la agonía del Huerto.

Dentro de la composición, por muchas joyas que lleve la Señora, no destacan más que su cara, segundo plano de una composición centrada en el Cáliz y en la Cruz, sostenidos con un paño de respeto que en la mano del ángel nos dice:“Rosarium Donum Virginis Est” (El Rosario es un Don de la Virgen), frase de la capilla sepulcral de Sto. Domingo de Guzmán, en la ciudad italiana de Bolonia. El Rosario es verdaderamente un regalo de la Virgen para afianzar en nuestras mentes y en nuestros corazones los símbolos, la Cruz, como cauce seguro de los dogmas de nuestra fe, símbolos y dogmas que se resumen en ese Cáliz que resplandece por ser Jesús Sacramentado.

Esta sería parte de la visión iconológica, del significado, de una imagen que vemos: un ángel ante la Virgen con dos figuras a su lado. Son dos nazarenos de la cofradía descubiertos que, siguiendo a Jesús por el ejemplo de María, representan dos épocas de la Hermandad. Una, la pasada en ese hermano de semblante apenado por el Dolor de Corazón, Dolor que hace sentir como propio el sufrimiento de la Pasión de Cristo. La insinuada mano del hombre en la espalda de la hermana nazarena es símbolo de la transmisión de la devoción común y de una tradición que se mantiene constante, independientemente de los avatares de la historia. A esta mujer, de la que los expertos dirán si es la primera en aparecer como nazarena en un cartel, y que representa el futuro de la corporación, las palabras que el ángel le dirige, le dan sosiego, tanto a ella como a todos nosotros, y ayudan a que la confiada esperanza de la Salvación supere la pesadumbre del alma pecadora. Siempre hay dolor, pero siempre hay Esperanza. Y Confianza…

Tras los elementos principales y secundarios, vienen las alusiones a la Institución en los motivos heráldicos que se repiten, continuando una tradición cultural comenzada en la Edad Media: Escudos en el antifaz al hombro, en la capa, en el damasco de fondo junto a los misterios dolorosos del Santo Rosario, cordones de las medallas al cuello…

Y todo por Ellos, por Jesús, María, y… también José, a quien no puedo dejar de nombrar. Por Ellos y por todos los que nos han precedido, que se ven reflejados, en licencia de artista en los Sagrados Corazones rodeados de rosas blancas en la parte azul del cíngulo. Unos Sagrados Corazones que una tía mía, hermana de la Cruz, asumió como nombre al entrar en la Compañía y que falleció dos días antes de entregar el cartel.

Para terminar, un rezo individual e íntimo en la orla de contorno para que, repitiéndolo tanto como podamos, en latín o en español, paliemos los continuos ataques a sus Santos Nombres y seamos cada día mejores cristianos y personas al reconocer el valor del Sacrificio del Hijo de Dios: “Quidam mihi Calix nuper expletur, miserere mei Christe. Sancta Dei Genitrix, ora pro me” – En verdad se llenó el Cáliz por mí, ten piedad de mí, oh Cristo. Santa Madre de Dios, ruega por mí”. Amén.

JARÉN

José Mª Méndez


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